Esta clasificación de los circuitos se obtiene mediante la combinación de una serie de datos numéricos medidos en cada frenada y de algunas variables de calidad, que no se pueden convertir en números. Por ejemplo, es muy distinto utilizar los frenos en el GP de México, donde la temperatura del asfalto llega a los 50 grados, que frenar en el GP de Gran Bretaña donde, por lo general, la temperatura del aire no supera los 20 grados.
En el Autódromo Hermanos Rodríguez, la ventilación es fundamental para evitar el sobrecalentamiento de las pinzas y los discos; aunque consiguen funcionar bien con temperaturas de hasta casi 1.000°C. Para evitar este problema, cada equipo dispone de sistemas con refrigeración personalizados que se obtienen gracias a los 1.400 orificios de ventilación de cada disco.
En Silvestone, por el contrario, el riesgo consiste en un exceso de refrigeración con la consiguiente vitrificación (grazing) del material de fricción. De hecho, con temperaturas muy bajas. el carbono con el que están realizados los discos y las pastillas no garantiza la correcta generación de fricción, lo que afecta a las prestaciones de la frenada.
El número de frenadas necesarias en cada vuelta es otra variable engañosa para evaluar el esfuerzo al que se somete el sistema: en Montreal, los pilotos utilizan los frenos 7 veces en cada vuelta, frente a las 12 veces que se emplean en Montecarlo, cuyo trazado tiene, además, un km menos que el canadiense Y, sin embargo, el circuito de la isla de Notre-Dame está clasificada «Very Hard» por el esfuerzo de los frenos, mientras que el de Mónaco es solo «Medium».