Para mantener a raya estas bestias se necesitan sistemas de frenos potentes y sobre todo fiables: mientras que en Fórmula 1 las desaceleraciones son muy fuertes, a menudo con valores por encima de 5g (en Monza se llega a 5,6g), en la 24 Horas de Le Mans la intensidad de la frenada no rebasa los 3,3g, debido a la masa diferente de los dos prototipos. Un monoplaza de Fórmula 1 pesa como mínimo 743 kg con el piloto a bordo mientras que un coche LMP1 que corre en Le Mans pesa como mínimo 875 kg (830 kg para los LMP1 no híbridos).
En cambio, mientras que una carrera de Fórmula 1 dura a lo sumo 2 horas, la 24 Horas de Le Mans dura un día entero. Desde este punto de vista es interesante la comparación entre dos pistas parecidas en cuanto a longitud, tortuosidad, ubicación geográfica y clima: durante el GP de Bélgica en Spa, los monoplaza de Fórmula 1 deben afrontar unas 310 frenadas, mientras que en la 24 Horas de Le Mans el total de frenadas para un LMP1 puede superar las 4.200. Un auténtico desafío para Brembo que, con veinte años de experiencia en carreras de larga duración, realiza soluciones ad hoc.